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viernes, 30 de septiembre de 2016

LOS AÑOS: EXPERIENCIA Y RIESGO

Los automovilistas mayores suelen ser los más experimentados. Además, se arriesgan menos y conocen sus limitaciones. Sin embargo, no son inmunes al peligro de chocar. De hecho, pudieran ser más proclives a consecuencia de la edad. La revista estadounidense Car & Travel señala al respecto: “Aunque los mayores de 70 años no representan más que el 9% de los conductores, constituyen el 13% de las víctimas mortales del tráfico”. Por desgracia, los ancianos intervienen en cada vez más colisiones.
Analicemos los comentarios de Ana, que cuenta 80 años.* Ella aprendió a conducir hace más de seis décadas y nunca ha tenido un accidente. Sin embargo, como muchas otras personas, ya acusa el paso del tiempo, que la ha vuelto más propensa a tales percances. En una entrevista reciente dijo a ¡Despertad!: “Al hacerte mayor, todo se dificulta”, lo que incluye guiar un vehículo.
¿Qué medidas ha tomado ella para reducir el riesgo de tener un accidente vial? “Con los años he efectuado cambios para compensar la edad”, dice. Por ejemplo, conduce menos, sobre todo de noche. Esta leve modificación le permite conservar la seguridad sin renunciar a conducir.
Aunque cueste admitirlo, nadie es inmune a los efectos de la edad .Surgen problemas de salud, se pierden reflejos y se deteriora la vista, factores que dificultan conducir con seguridad. Pero la edad por sí sola no descalifica a nadie. Lo que importa es el desempeño al volante, que mejorará si el automovilista reconoce que ha cambiado su capacidad física y hace las modificaciones oportunas en su programa de actividades.
Lo note la persona o no, su visión cambia. Con los años se reduce la visión periférica y la retina requiere más luz. El folleto The Older and Wiser Driver (El automovilista mayor y prudente) explica: “El conductor sexagenario necesita el triple de luz que un adolescente y el doble de tiempo para adaptarse al cambio de la luz a la oscuridad”. Tales alteraciones visuales dificultan la conducción nocturna.
Enrique, de 72 años, lleva más de medio siglo al volante sin accidentes dignos de mención. Con los años comenzó a notar que le costaba conducir de noche porque le cegaban otros vehículos. En una revisión de la vista se enteró de que necesitaba unos lentes especiales que reducen el deslumbramiento nocturno. “Ya no es difícil conducir de noche”, dice. Aquel pequeño cambio supuso una gran diferencia para él. En el caso de otras personas, como Ana, la solución pudiera consistir en no conducir más de noche.
La edad también afecta a los reflejos. Aunque los mayores sean más sabios y sensatos, también necesitan más tiempo para procesar la información y reaccionar. Este hecho les dificulta aún más la conducción, pues las condiciones del tráfico y de la carretera cambian constantemente, y han de evaluarlas con rapidez para tomar en el acto las medidas oportunas.
La revista Car & Travel menciona que “la causa más común de colisiones mortales en las que está implicado un automovilista mayor es que este se salte una señal”. ¿Por qué? El artículo prosigue: “El problema [...] al parecer está vinculado a situaciones en las que el conductor anciano, antes de entrar en una intersección, debe evaluar las informaciones cambiantes que recibe de los laterales izquierdo y derecho”.
¿Cómo puede contrapesarse la lentitud de reflejos? Algunas medidas son: aproximarse con cautela a las intersecciones, acostumbrarse a mirar dos veces a ambos lados de la carretera antes de proseguir y extremar las precauciones a la hora de virar. Los giros en las intersecciones pueden desembocar en accidentes mortales, sobre todo si hay que atravesar carriles por los que vienen vehículos.

En Estados Unidos, el 40% de los accidentes mortales sufridos en las intersecciones por conductores mayores de 75 años ocurrieron al virar a la izquierda. La Fundación para la Seguridad Vial de la AAA recomienda lo siguiente a los conductores norteamericanos: “A veces conviene efectuar tres giros a la derecha para no tener que realizar uno a la izquierda”. Es posible que el lector consiga adaptar este principio a las circunstancias de su entorno. Con cierta planificación, quizás logre evitar las intersecciones peligrosas.

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