Algunos expertos opinan
que en la carretera es tan peligroso el sueño como la embriaguez. Según
informes fidedignos, el primer factor desencadena cada vez más accidentes.
El boletín Fleet Maintenance & Safety Report señaló en un año
reciente que, en tan solo doce meses, 1 de cada 12 conductores noruegos
admitió haberse quedado dormido al volante. De acuerdo con el diario The
Star, de Johannesburgo, la fatiga ocasiona un tercio de las colisiones en
Sudáfrica. Y los datos procedentes de otros países indican que en todos
los lugares sucede igual. La cuestión es: ¿por qué hay tantos
automovilistas somnolientos?
En buena parte, por la
vida tan agitada que llevamos. La revista Newsweek afirmó hace
pocos años que los estadounidenses “duermen una hora y media menos por noche
que a comienzos de siglo, y todo indica que el problema va a empeorar”. ¿Por
qué? El citado semanario presenta la siguiente explicación de Terry Young,
especialista en la materia: “Consideran que pueden robarle horas al sueño.
Piensan que dormir muy poco es signo de laboriosidad y de ascenso en la escala
social”.
Se calcula que el ciudadano
de término medio necesita dormir entre seis y media y nueve horas cada noche.
Si se queda escaso, se ve afectado por el “déficit de sueño”. Un informe
distribuido por la Fundación para la Seguridad Vial de la Asociación
Automovilística Americana (AAA) declara: “Aunque solo se duerman treinta o
cuarenta minutos menos de los necesarios cada noche de los días laborables,
para el fin de semana se habrá acumulado un atraso de tres o cuatro horas, lo
suficiente para incrementar significativamente los niveles de somnolencia
diurna”.
A veces nos perdemos una
buena noche de descanso por factores como el insomnio, el cuidado de un hijo
enfermo u otras circunstancias ajenas a nuestra voluntad. A la mañana
siguiente, quizás nos sintamos adormilados al volante. ¿Qué hacer?
Los “remedios” populares,
como tomar bebidas con cafeína, abrir la ventanilla, mascar chicle o comer algo
picante, tal vez no logren despabilarnos, pues no atacan el auténtico
problema: la falta de sueño. Así que, ¿por qué no echarse una siestecita? The
New York Times recomendó: “En los días laborables, la siesta
rehabilitadora no debe sobrepasar los treinta minutos, pues de lo
contrario, el cuerpo entra en un sueño pesado del que le cuesta salir”. Aunque
ese reposo demore la llegada a nuestro destino, puede prolongarnos la vida.
Los hábitos cotidianos contribuyen a veces a que
estemos adormilados en la carretera.
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